Los Asesinos de Ravelia (13): Carlos Ariel Missirian, el emprendedor

  

Año 2015, el año de la gran interacción en redes y también fetichista y sexual entre Ravelia, la Tatuada Quesona, la chica fetichista de los pies, y Fabricio Maximiliano Miranda, el joven entrerriano, oriundo de Paraná, obsesionado con los pies de mujeres, de una manera más que extrema. 

Digamos que eran tal para cual, o el uno para el otro, la pareja perfecta, conociendo las preferencias sexuales de ambos, pero aunque parezca mentira, Ravelia despreciaba a Fabricio porque no se llamaba Carlos (si, una locura, pero muy propia de Ravelia), y esta prefería a Quesones como Carlos Sebastián Beneitez (el Quesón de Pehuajó) o Carlos Alberto Costa (Charly el 22), por el solo hecho de que se llamaban Carlos.

- Ellos no tienen mejores pies que yo – le dijo Fabricio a Ravelia.

- Sí, los tienen, vos calzas 44, ellos calzan de 45 para arriba, se llaman Carlos, huelen a Queso, son Quesones, vos sos un Quesudo, un Quesoneado, te faltan muchas materias para ser uno de ellos.

- Que Carlos ni Carlos, yo soy Fabricio – le dijo Fabricio, y la bloqueo de todas las cuentas y redes sociales, incluyendo WhatsApp y otras formas de contacto.

Ravelia no se hizo mucho problema y su “respuesta” fue escribir un cuento donde asesinaba a Fabricio Maximiliano Miranda a balazos, luego de un encuentro sexual con fetichismo de pies, y le tiraba un “Queso Azul”, símbolo del desprecio y la vergüenza.

Pasó algún tiempo, y Ravelia intentó olvidarse de Fabricio, aunque de vez en cuando lo rastreaba en redes sociales, no encontraba mucho, solo que había un abogado llamado así en Paraná, era el, sin duda, pero a pesar de que Ravelia era ya de por sí bastante loca, consideraba a Fabricio un depravado sexual (¿?), peligroso por el hecho de que no se llamara Carlos, mejor tenerlo lejos.

Una tarde de invierno, Ravelia se encontraba caminando por su ciudad, Mar del Plata, que en esa época del año, es tranquila y apacible, ya había terminado uno de sus trabajos, el de animadora de fiestas infantiles en un lugar cercano a la Plaza Mitre, en San Luis y Falucho, y notó como que alguien la seguía.

Se dio vuelta, no vio a nadie, siguió caminando, y volvió a notar lo mismo, otra vez se dio vuelta, y no vio a nadie, y así siguió por un buen rato, sintiéndose observada y perseguida, pero sin ver a nadie, hasta que llegó al edificio donde había, donde ella era la única habitante en el momento, recordemos que en Mar del Plata la mayoría de las viviendas de las zonas turísticas solo se habitan en época de vacaciones. Ravelia subió al departamento, y luego de un rato, ya aseada y cambiada de ropa, salíó a hacer unas compras, ya era de noche. 

Llamó el ascensor, pero al abrirse la puerta salió un muchacho, con pinta de sicario, de asesino a sueldo, apuntándola con un revolver con silenciador, el tipo tenía olor a Queso.

- ¡Buenas noches Ravelia! – dijo el sicario, mientras colocaba el revolver en la gargante de Ravelia.

- ¿Qué significa esto? ¿Quién sos?

- Me llamo Carlos Ariel Missirian, aunque me podes decir Carlitos o Charlie, o mejor Carlos, se que a vos te gusta mucho mi nombre, de hecho me seguís en las redes sociales, por el simple hecho de que me llamo Carlos, ja, ja, ja.

- ¿Y por eso me vas a asesinar, porque te sigo en las redes sociales y te llamas Carlos?

- Te voy a asesinar por dos razones, primero porque me llamó Carlos, y segundo, Francia.

- No, todavía no, estamos en 2016 o 2017, primero Francia nos tiene que eliminar de Rusia 2018 y después sí le ganamos la final en Qatar 2022.

- Tenes razón, entonces son tres razones, no dos, primero porque me llamo Carlos, segundo porque soy un sicario que solo asesina mujeres, al estilo Carlos Melia, el Queso Gay, y tercero, porque me contrato Fabricio Maximiliano Miranda, me dijo que te dijera eso, el no puede asesinarte porque no es Quesón, porque no se llama Carlos, entonces lo hago yo, ja, ja.

- ¿En serio? – dijo Ravelia - ¡Oh, no! ¡Siempre supe que ese tipo no era de fiar!

- ¿Y acaso son de fiar los tipos que se llama Carlos y te asesinan una y otra vez? – dijo una voz masculina, era Fabricio Maximiliano Miranda, ante la sorpresa atónita de Ravelia.

- Cógela Fabricio, es tuya, el edificio esta vacío, no pasa nada, dale, despues la asesino a balazos y le tiró un Queso, como corresponde.

- Vos estas muerto, Fabricio, yo te asesiné a balazos y te tiré un Queso Azul, símbolo de la vergüenza y del desprecio.

- ¡Ja, ja, ja! – dijo Fabricio - ¡Eso en tus pedorros cuentos de ese pedorro blog! ¡Y aunque no me llamo Carlos mira lo que soy capaz de hacer!

Lo que vino despues fue una salvaje escena de violación, porque de eso se trato, Fabricio se tiro sobre ella, y la sometió con los pies, dándole patadas y metiéndole los pies en el culo y la concha, una y otra vez, de una manera más que salvaje, para penetrarla de un modo violento, Ravelia, que era una máquina sexual, sufrió todo aquello como una vejación y una violación, o sea que podemos imaginar de que se trato, y quedó presa de la angustia y la desolación.

Mientras pasaba todo esto, el que sí disfrutó de lo lindo, fue Carlos Missirian, que se hizo varias pajas, y que conoció el placer de la autosatisfacción.


- Asesinala Carlos, es tuya, yo no lo puedo hacer, porque en su mundo los que no nos llamamos Carlos asesinamos mujeres, somos unos idiotas y unos imberbes, es una loca, y merece morir, que lo haga en su ley.

- Dale Fabricio – le dijo Carlos, contento por las pajas, y apuntó con el revolver - ¿Algún último deseo, Ravelia? Sos una condenada a muerte y a una condenada a muerte se le puede otorgar algún favor.

- Sí – dijo Ravelia – quiero oler tus pies, Carlos Missirian.

- Bueno – dijo Carlos, y entonces, sin dejar de apuntar ni un instante con el revolver a Ravelia, le otorgó el deseo a Ravelia, dejándole no solo que le chupara, lamiera, besara y oliera los pies, sino también la pija, y aunque este Carlos era gay, terminó también penetrándola en la vagina, de un modo rápido y fugaz, pero muy efectivo y complaciente.

- ¡Noooooooooooooooooooo! – gritó de furia Fabricio - ¡Debía morir ultrajada! ¡Ahora morirá feliz, despues de que un Carlos le diera sexo y placer!

- Sexo, placer y Queso – le dijo Ravelia – Queso, lo que vos nunca me vas a poder dar, porque no sos un Quesón, y Carlitos Missirian si lo es.

- ¡Dame el revolver! – dijo Fabricio y en un ataque de furia agarró el arma y apuntó a Ravelia.

- Asesiname Fabricio, y vas a romper toda la armonía del Mundo Quesón, hacelo a ver que pasa – dijo desafiante Ravelia.

- ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! – sonaron cinco balas, disparados por Fabricio, pero Ravelia seguía ahí, ilesa, como si nada, tenía muy mala puntería, no había acertado un puto balazo.

- Dame, ¡No servís para nada! – le dijo Carlos Missirian – Solo queda una bala – y entonces Carlos agarró el revolver y disparó la única bala que quedaba, que impactó en el cuello de Ravelia, que quedó muerta de inmediato.

- Queso – dijo Carlos Missirian, y tiró un Queso Azul sobre Ravelia, símbolo de desprecio y vergüenza – como el Queso que te tiró en ese cuento, un Queso Azul, bueno Fabricio, ya esta, se terminó, consumaste tu venganza, dame la plata y chau.

Fabricio le entregó lo pactado a Missirian, y aunque deseaba asesinar a Ravelia, sintió como si todo aquello fuese un suicidio, pues mandando asesinar a Ravelia, era como si se estuviera terminando algo de sí mismo. Para Carlos Missirian fue solo un trabajo más, de un sicario de mujeres, solo un Queso, solo eso. No se supo más de Fabricio, y quizás en cierta forma murió aquel día con Ravelia. Y así Ravelia fue una vez más asesinada por un Carlos, extendiendose la Leyenda de Ravelia y los Quince Carlos Asesinos y aunque quizás ustedes no lo crean, esta historia poco tiene de ficción y mucho de real, #QUESO.



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